sábado, 6 de junio de 2015

Un vaso en el horno

#Tocarfonfo

El fondo del vaso. Tiene algo en el material que hace que la visión se distorsione, por eso le solemos llamar el culo de la botella. Es un lente para mirar la realidad, y que es optativo, es piola. Está ahí para ser utilizado cuando se siente necesario, incluso tiene la posibilidad de volcar lo que tiene dentro para servirnos de herramienta para nuestros momentos de vacío o de toque de fondo. 
Al fondo lo discriminan. Lo definen en un sentido peyorativo, porque nos aprovechamos de la definición. Lo definimos desde arriba, nosotros estamos encima de él, somos superiores pero a la vez ínfimos. Nos conviene definirlo desde allí. En cambio, si lo hicieramos ya en el fondo, dejaría de serlo. Ya no es el fondo, es otra cosa. Ya no estamos sobre él, estamos con él. Cuando pienso en fondo, pienso en oscuridad; en los posos de  cloaca, que corre agua y hay mal olor, y hay ratas, y hay vapor que sale de todo eso asqueroso. Escena de película, obvio. Nunca vi un pozo, nunca me caí a uno. Nunca me senté con él, sino que me convertí en hipócrita definiéndolo, subestimándolo; es que cuando uno se siente tan cerca a sus bordes, la hipocresía aumenta. Porque es lo único que tenemos para creernos superiores. Un ser en su estado despierto, pero normal o por lo menos no enloquecido, no lo trataría mal. Al contrario, mediría los centimetros que lo separan con aquello tan temido, con aquello que es la pesadilla de todos, pero a la vez una muletilla de la mayoría. "Toque fondo". Es que ya no es el fondo, el fondo no se puede tocar. Cuando tocamos lo que hace segundo era fondo, se convierte en piso, en altura, en costados, pero no en fondo. Ahora se ve la luz desde acá, los ruidos de los autos y como corta espejádamente la luz de la calle. El sonido del apárato del colectivo, tic, tic, tic. Es porque tiene un apárato donde la gente pasa su tarjeta. Los frenos, la falta de aceite. La radio de los polícias, el perro de mi vecina, que empezó a torear y activa automáticamente al perro insoportable de mi vecina de al lado. La canilla de la mujer que tiene su cocina al lado de mi habitación. La tele de los de arriba. El alta voz de la flaca que, en mi opinión, vive dormida. La moto, otra vez la moto. 
Eso es el fondo, es escuchar todo, pero no poder cambiarlo, no poder hablar. Mirá, ahí se fue el colectivo. El escape de los autos, la bocina. Sí que estoy en el poso mal llamado fondo, o en el fondo que creemos que está lejos. Estamos tantas veces en el fondo, que no nos damos cuenta. Creemos que es pasajero, que en lo inmediato nos tiran una soga y subimos. Pero no. Ese es el problema a la hora de pensar en el fondo como un pozo. No hay ninguna soga, no hay nadie del otro lado. Sólo lo que describí, todos esos ruidos que constituyen el sentido del fondo. Y uno acá, llorando porque se acaba de dar cuenta que no hay soga ni otro. Que los ruidos son reales pero que uno también. Que si bien tuvo la oportunidad de tener una soga en sus manos, no es capaz de crearla por arte de mágia, porque a la vez necesitaríamos crear a otra persona para que nos suba. Y como tampoco se cree en dios ni en la magia, estamos en el horno. 
Y nos dicen que todo depende de nuestras decisiones, pero ellos no entienden que las decisiones son esas sogas que uno necesita pero no las puede tener, no las puede tener porque no existen. Y tampoco existen las decisiones como la otra persona que me ayudaría a subir, porque esa persona tampoco tiene decisiones. No las puede tomar, porque no las tiene..
Tenemos un pack de decisiones utilizables y perentorias para nuestra vida? o sólo son enunciativas y recargables a cada toque de fondo?
No entiendo a la gente que me dice que todo depende de mí, cuando le acabo de explicar que no puedo decidir por mí ya. Que decidiría si pudiera, pero justamente estoy hablando con el porque ya me quedé vacía de tanto hablar conmigo

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