jueves, 28 de mayo de 2015

Cuerpos de frutilla

Nuestros derechos no son absolutos. Ellos son relativos. Es decir, terminan donde comienzan los de los demás. Suena re linda esa frase, pero a la vez implica muchas cosas. El trabajo en la vida es adivinar que carajo significa el decir que tenemos derechos y que tenemos que respetarlos y hacerlos respetar. 
En la etapa en que una es estudiante, no trabaja -en blanco y para un empleador-, sin hijos ni familiares a cargo  y que para su familia además se suman las características de  ser militante por los derechos de las "personas que usan otros sexos", por el aborto y que encima es atea; aunque para mi vieja en algo siempre hay que creer. Claro, en sentido evangélico y superior lo dice. Frente a este panorama es difícil, en ciertas situaciones, justificar el porque de algunos actos -entendido como acciones y omisiones. 
Y desde ese otro panorama, pero de la vereda del frente: tenemos a nuestra ronda familiar que trabaja, ellas son amas de casa -en su mayoría- son felices con sus hijxs y sus maridos,rezan cuando se sienten mal o piden algo extraordinario; y que ven a la persona que no reúne ninguno de esos requisitos, digamos, quien les habla: no tiene responsabilidades. Esa persona tiene una agenda vulnerable, la universidad, y en especial los profes, no tienen problema en que faltes a las clases; y además y lo más importante de todo, tu vida no tiene contenido. Si uno vive solo y es soltero y parece que no tiene nada que hacer los fines de semana que no cursa, no tiene responsabilidades. No. No. No. 
Laburar ad honorem, aunque sea quemándose las pestañas, para lograr que su curriculum pese un poco más no es laburar. No. No. No. Es una tarea de la facu que la hacemos para personas que no son de la facultad.
Nos tratan como a los -mal tratados niños de menos de 14 años-  jóvenes/niños, o sea: no tenemos voluntad, lo único que queremos hacer es dormir. No podemos tomar decisiones. Los unicos que los pueden tomar son aquellos del otro lado de aquella vereda. 
Que está bien, no importa. Deja. No hay problema. No te preocupes. 
Las pelotas. No me pasa nada de eso. No me preocupa tu preocupación por no ir. Me calienta tu despreocupación por mi anulada voluntad de estudiante residente no laburante. Así nos definen.
Hoy me pase casi cinco horas en dos charlas que pudieron complementarse. Fueron lo suficiente para querer saltar en la vereda de la Yrigoyen. Una de un profe, que su orgullo por sus discípulos le oprime el botón de stop de evangelización y repartió bajadas de líneas para todos los universitarios presentes, pretendiendo que sigamos los ejemplos de aquellos -únicos- estudiantes que militan por los derechos de los ciudadanos. Parate un poco. La cantidad de estudiantes militantes que había en esa charla, que no sólo son militantes de la calle, sino son altos productores de jurisprudencia -también- pero de la jurisprudencia que deja huellas en las calle, y no en los juzgados esperando que la cana acate esa orden de los judiciales que hace 12 años vienen desacreditando. 
Y luego, la frutilla de la torta. Personas que se reúnen para hablarnos de no bajar los brazos, de que las mujeres seguimos teniendo los derechos que tanto reclamamos, esos derechos que comienzan por el derecho a decidir, no solo de nuestro propio cuerpo, sino el derecho a que no pongas en duda mi voluntad y conciencia. 
Que bien me siento, tengo una adrenalina

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