viernes, 29 de mayo de 2015

Cucharada de dulce de leche

La miro y me digo "mirá la mujer que se perdió", pero después me corrijo y me digo "mirá la mujer que pudo ser". 
Cuando consideramos obstáculo a alguien de otro, también somos egoístas. Nadie es de nadie, aca no vale el sistema capitalista. Por lo menos para mí y para todos aquellos que pueda proteger. 
Mi viejo fue -y todavía lo es- un obstáculo para mi vieja. Ella ama de casa, "no laburante", con intentos de ser mujer, con lágrimas ininterrumpidas, de esos pómulos bellos -que a veces me pregunto si no habrán sido golpeados-. Con cuatro hijos y una "en el cielo", que al día de hoy no supera. Superar, como voy a decir eso. Que aun sobrevive a esa pérdida, porque sin duda esa sí que es una lucha. 
La liberación de los cuerpos, de sus cuerpos un día tuvo su inauguración también. Y que feliz que fui. Muchos me preguntan por lo vivido post separación; y uno justamente responde eso: viví después de eso, porque casi ahí pude comenzar a hacerlo. Antes eramos peces sobreviviendo en el mar dulce. 
Las relaciones son complicadas y hermosas. No son excluyentes, pero si lastimosas. Las relaciones me generan desconfianza. Creo que llega un momento, que nada es decidido, sino necesitado. Es patológico el vínculo: "no puedo vivir sin vos". "me muero si no estás". Realmente la gente piensa así? Eso es lo que digo, el creer que necesitamos. 
No quiero necesitar, a nada ni a nadie. Ante su pérdida, en su caso, uno buscará herramientas dignas para sobrellevar ese momento que marca el comienzo, que marca con profundidad la raya que no permite vuelta atrás. Lo dicho está dicho, lo hecho está hecho. Salvo que el otro se bastante piola y boludo, y uno más todavía, por creer que lo actuado fue producto de la espontaneidad histérica del momento, y por lo tanto estaba equivocada y te lo juro por las estrellas que te las bajo todas, que me equivoqué. No confiamos en nosotros. 
Claro, a veces tenemos que recurrir a esos momento de espontaneidad histérica para estar seguro que ahí si que no nos va a temblar la voz. Después uno ve qué justificación encuentra para tanta escena. Pero necesita. Necesitamos gritar y huir porque nosotros solos, en estado quieto y sedentario no vamos a conseguirlo. Necesitamos gritar y huir para dejar de decidir en forma de necesidad. 
Somos conscientes de eso, pero es lo que tenemos. "Es la ley que tenemos". Obvio que si contáramos con una frialdad suficiente para que las decisiones sean planitas y finitas, que fácil sería. Pero la mayoría de los seres vivos estamos inmersos de sentimientos, sentimientos que llenan estos hueco de frialdad, calentándonos, y dándonos una cuchara de dulce de leche en la cama, tapados con frazadas calientes en pleno invierno. Eso son los sentimientos. Pero también son el agua fria después de la cucharada de dulce de leche. Y ahí comienza todo. 
Por eso no nos neguemos a decidir por el agua caliente y a pensar dos minutos sobre las calorías del dulce. 
Eso es todo

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