miércoles, 23 de septiembre de 2015

Adopciones en términos de gestaciones y nacimientos.

Múltiples gestaciones y momentos de (re) nacer.
Sin  haber gestado en mi útero, me siento madre de mi madre. Mi madre que tampoco me tuvo en su útero, pero que me basta con que me haya tenido en su brazos.
Que me haya tenido en sus brazos, en sus ojos, en sus dientes, en sus piernas, en su vagina, incluso debajo de sus uñas.
Ojala existiera algún modo de recordar el momento en que (re) nací. Fue un 30 de enero. El parto no tuvo complicaciones: las manos de mi madre me estaban esperando y la ansiedad era buena, según lo marcaba el latir de su corazón. No se llego a taquicardia ni a presión arterial así que no fue necesaria una cesárea.
Sí, existen muchos nacimientos. De distinta naturaleza, índole y personas comprometidas. Pero como el (primer) nacimiento base es algo tan ajeno a nosotrxs, que se confirma cuando damos aquél llanto y lxs medicxs controlan que nuestros sentidos vitales están bien; lo íntimo se va por la ranura del baño de la sala de parto y lo desnudo se vuelve público y político. Que papeles de acá, que papeles de allá. Que el consentimiento de la madre parturienta, que el llanto del bebe nacido.

El nacimiento es algo que nos expone a lxs otrxs y nos deshace como seres que vivíamos en un planeta donde eramos el centro de atención y alimentación. Donde no eramos ni él ni ella (cito a la gran Camila) ni tampoco eramos objetos de disputa. Eramos ni-ni. Y no es que me enorgullece decirlo, pero ante ciertas situaciones remitirse a esos momentos y lugares, es lo que nos da algo de paz y seguridad.
El nacimiento nos excede, porque salimos a la luz para ellxs. La madre dió a luz. Como si estuvieramos en una oscuridad precedente. Como si oscuridad significara algo negativo.

Siento que gesté a mi madre así como ella me gestó a mi. Con una modalidad extraordinaria no solo de gestación sino de nacimiento, nuestra gestación fue mutua. Y lo siento cada vez que me toco la panza y el primer recuerdo e imagen que se me viene es mi vieja.
Mi vieja, que se autodenomina como callada y habla de sus silencios. Pero no entiende que su mundo esta inserto en cápsulas extraordinarias y anormales, donde el silencio para algunos es un grito constante para otrxs. Otrxs en los que me identifico y también la identifico a ella.

Somos seres caminantes que nos enfrentamos a luchas constantes, para poder gestar nuestra vida con seguridad y dejar nacer a aquellxs que lo decidan. La voluntad es el centro de atención en estos nacimientos.
Soy yo porque me construí como yo, y también porque hubo un ser que decidió ser ese ser. Mi vieja y yo.

Es hermoso poder encontrarle sentido a las palabras, a la vida misma. A términos como nacimientos, gestaciones.
Confirmar una vez más que unx está caminando desde hace rato en lo no convencional. En lo que nadie se espera y tampoco cree. Porque caminar acá no es dejar huellas, es transpirar. Porque las huellas no es algo que nos identifica y que tampoco nos convierte en gloriosos.
Las huellas son para lxs otros, para los que decidan seguirnos o monitorear nuestro viaje. Que se suban o que no se suban, no importa. Ya tengo la compañía que necesito.

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